“-Mejor dicho: casi feliz. Pero inmensamente. Porque la palabra “felicidad”, en efecto, no era apropiada para nada que tuviera vinculación con Alejandra: y no obstante había sido algo, un sentimiento o un estado de espíritu que se aproximaba más que a nada a eso que se llama felicidad, sin alcanzar a serlo de forma cabal (y por eso el “casi”), dada la inquietud y la inseguridad de todo lo que concernía a Alejandra; y alcanzando algo así como elevadísimas cumbres ( y de ahí el “inmensamente”), cumbres en que Martín había sentido esa majestad y esa pureza, esa sensación de fervoroso silencio y de éxtasis solitario que experimentan los alpinistas de grandes picos.
Bruno lo miraba pensativo, con su mentón apoyado en un puño.
-Y ella –preguntó- ¿también era feliz?”
Ernesto Sabato
Entre héroes y tumbas
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